Linea de Flotación, Museo casa de Yrurtia, 2012
La natación del color
No en vano, el título de esta muestra y la técnica empleada para realizarla remiten al agua: la materialidad de los trabajos y los ecos del nombre elegido para presentarlos son solidarios entre sí.
Por un lado, un arte flotante y coloidal, coreografías celulares donde el color se tiende a hacer la plancha sostenido por fantasmas de líneas que soñaron, antes, sus derivas.
Por otro, la electricidad arbitraria del color de las líneas, en la hospitalidad efímera de las gamas, andariveles de mínimas piletas.
La acuarela es el aliado del artista en su búsqueda de rapidez, observó John Cage. Valeria Traversa logra recordárnoslo a través de la acción directa: nos muestra la velocidad con que el color aprende a nadar.
Guillermo Saavedra, 2012
Línea de flotación
Si nos remitimos a su origen técnico el concepto de línea de flotación indica una intersección, una línea que separa lo que se encuentra a flote de aquello que se encuentra sumergido de un objeto.
Podemos tomar esta idea entonces como un inaugural indicio, acertado y no inocente: lo que apreciamos en cada obra de Valeria Traversa no busca acotar nuestra percepción sino develar otras instancias. Son las partes que no se dejan ver pero que el observador debe intuir las que van construyendo el clima. Son las continuidades, tanto de formas como de ideas las que comienzan a actuar en nuestro intelecto y en nuestra imaginación para conformar, en definitiva, una mayor comprensión.
El deambular de las asociaciones, más que arrojarnos a la deriva, puede depararnos escalas que conforman una trayectoria única y provisoria en tanto se construye con los estímulos que actúan en un momento preciso. Esta disposición conlleva, desde luego, algunos riesgos pero que al ser asumidos despejan el rigor de las inhibiciones. Expresar esta advertencia tiene que ver con lo que la subjetividad del observador pueda conectar con aquellas continuidades insinuadas, con aquellas otras instancias que sugieren la sensibilidad de las obras.
La exhibición confronta espacialmente dos series de trabajos realizados en acuarela en pequeño formato, una identificada con la línea y la otra con la mancha. Podría decirse que la primera se corresponde con lo racional y la segunda con el azar. En una parece haber más disciplina, la técnica escogida así siempre lo requiere, y en la complementaria prevalece la digresión. Pero, ¿esto es así en realidad? ¿Existen verdaderamente tales diferencias? La duda una vez instalada requiere una respuesta que la esclarezca y ésta tal vez pase por una diferencia de grado así como la encontramos en los estados de la materia más que por una tajante diferencia cualitativa de opuestos.
Lo cierto es que en ellas se puede encontrar un ritmo vital. Tomadas en conjunto o por unidad, las obras semejan una partitura compuesta desde lo visual, algo que se puede rastrear en anteriores trabajos de Traversa, pero que aquí agregan el condimento vibrante del uso del color y de formas y texturas que se asimilan a gestos, a signos que refuerzan o atenúan las entonaciones desatadas.
Ligada a esta relación entre lo plástico y lo rítmico Linea de flotación se presenta casi como una reminiscencia de las experimentaciones de los cineastas abstractos de la década del 20` como Oskar Fischinger o Hans Richter donde el efecto sugestivo se hacía presente al asimilar la secuencia de las configuraciones y al permitir vislumbrar ese algo más que cada fotograma proponía.
Alejandro Zuy