Espejo de Valeria, por Luis Felipe Noé
No es nuevo decir que la obra de un artista es el espejo de su alma, pero también es cierto que para él (o ella) el acto de la creación es enfrentarse con un espejo que le revela lo inesperado de sí mismo, de tal modo que siempre, no solamente es el primer espectador de su obra sino que también es el más sorprendido.
Creo que esta reflexión es oportuna para comenzar a hablar de las acuarelas –con inclusión de lápices- que presenta en esta oportunidad Valeria Traversa.
La delicadeza, la calma sutil, la riqueza de observación están presentes en ella y en ellas. Pero también quienes observan con detención verán cómo oscilan entre un paisaje indeterminado y vaporoso y la presencia de accidentes. Para lo primero su arma es la acuarela, para lo segundo lo es el lápiz.
Pero si es propio de la acuarela, por lo común, el tamaño relativamente moderado y el papel como superficie, en varias obras de Valeria esta última es la tela, y sus medidas son considerablemente grandes. Esto hace también al hecho de que su obra la refleja. Su suavidad es parte de su presencia. Simultáneamente, la seguridad que tiene ella de sus planteos plásticos y su resolución deja de lado toda timidez pero reafirma su austeridad y su delicadeza; por lo tanto, es constructora de esa presencia.
Luis Felipe Noé, 2013